¿Es alemán el Deutsche Bank? at La Vanguardia, 20/10/11
“Hoy, el Gobierno alemán ya no puede fiarse del consejo del Deutsche Bank”, dice Helmut Schmidt
La advertencia al primer banco alemán, el Deutsche Bank, de que la agencia Fitch le podría rebajar la calificación, produjo la semana pasada considerable impresión en Alemania, donde la entidad es una especie de símbolo nacional. Mientras el jefe de la institución y banquero número uno de Alemania, Josef Ackermann, encabeza la rebelión contra los planes del Gobierno, y de la UE, para recapitalizar los bancos, el país puede preguntarse si el Deutsche sigue siendo un banco alemán.
Aparentemente así es: su jefe está implicado hasta el cuello en las decisiones del Gobierno de Berlín, algunas de ellas incluso las redacta él; es consejero y confidente de la canciller, Angela Merkel, que acude a su fiesta de cumpleaños, e incluso habla alemán. Sin embargo, Ackermann no es alemán, sino suizo; el banco gana el grueso del dinero a través de inversiones que se administran desde Londres, y hasta el hundimiento del 2007, el banco, una de las mayores entidades de inversión del mundo, fue uno de los principales actores de la burbuja inmobiliaria de EE.UU.
Su participación en el casino no es metafórica, sino literal: el Deutsche Bank, informaba el Financial Times, tiene 4.900 millones de dólares invertidos en los casinos de Las Vegas, cantidad muy cercana a los 5.100 millones que se dice tiene en la deuda soberana de Grecia, Italia, Portugal, Irlanda y España.
¿Qué tiene que ver todo eso con Alemania, país industrial, de economía real y rigorismo luterano? Algunos, como el veterano ex canciller Helmut Schmidt, creen que ya nada, o muy poco. La situación del banco ilustra mucho sobre la evolución del capitalismo en las últimas décadas.
En 1953, el entonces jefe del Deutsche Bank, Hermann Josef Abs, negoció en nombre de la nación un acuerdo sobre la deuda alemana con los acreedores internacionales. “Hubo un tiempo en el que el Deutsche Bank representaba los intereses de Alemania”, recordaba el ex canciller este verano. “Sin decirlo explícitamente, ese era nuestro común entendimiento”, pero “hoy el Gobierno alemán ya no puede fiarse del consejo del Deutsche Bank”, dice. Entre otros motivos, “porque, el “banquero de inversión” se ha convertido en sinónimo de ese tipo de administrador financiero que nos ha llevado literalmente a la m... –prácticamente a todo el mundo– y que ahora se dispone a repetir exactamente la misma jugada que nos hizo en el 2007”.
Schmidt, el político más respetado de Alemania, apunta también que la mayoría de los accionistas no son alemanes, sino extranjeros. El canciller no lo dice. pero también sus miles de empleados lo son: de 120 países.
Extranjero también será el sucesor de Ackermann, el indio Anshu Jain, con pasaporte británico, un señor que ni siquiera habla alemán, aunque dice que ha empezado a recibir clases. Jain representa al mismo tiempo “los mayores éxitos y los mayores excesos” del Deutsche Bank, señala cándidamente Spiegel online, para decir que el futuro presidente ejecutivo es el actual jefe del departamento de inversión, responsable del grueso de los 4.000 millones de beneficios especulativos obtenidos el primer semestre del año. Desde septiembre, la rama inversora del Deutsche Bank está enjuiciada por la Agencia Financiera de EE.UU., junto con otras 16 entidades, acusada de haber proporcionado información falsa sobre la calidad de los valores inmobiliarios hipotecados de EE.UU. ¿Será Jain también confidente y consejero de Merkel?
De momento, el jefe del Deutsche Bank capitanea la revuelta de la banca alemana contra los planes del Gobierno alemán, y de Bruselas, para recapitalizar los bancos imponiendo nuevos requisitos de solvencia. El presidente de las cajas de ahorro, Heinrich Haasis, califica los planes de “sinsentido”, mientras que Ackermann dice que son “contraproducentes”. Las cinco asociaciones de banqueros alemanes enviaron el jueves una carta conjunta al ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble. La clase política alemana está enfadada con Ackermann. “Los bancos están mordiendo la mano que los alimenta”, ha dicho Oskar Lafontaine.
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